CLAVES QUE NOS PERMITEN RESOLVERLOS Y NOS ACERCAN A LO QUE REALMENTE DEBIÓ OCURRIR TRAS LA CRUCIFIXIÓN.
Alfonso & Marina Baeza - abaezaparra@hotmail.com
Nota 1: Este artículo es el resumen del capítulo 10 del libro (en preparación) de Alfonso Baeza Parra y Marina Baeza Ortiz, titulado: LOS MILAGROS DE JESUCRISTO: Claves que nos acercan a la verdadera naturaleza y magnitud de los milagros del Nuevo Testamento. Cualquier comentario, crítica u observación a este estudio, puedes dirigirla a abaezaparra@hotmail.com.
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Nota 2: Los textos bíblicos que se reproducen están tomados de la versión Reina - Valera de 1960.
I. Enigmas que nos plantean los relatos de la resurrección
La resurrección de Jesucristo constituye el fundamento principal de la fe cristiana (01). Consiguientemente esperaríamos que fuese el episodio mejor documentado de cuantos aparecen en la Biblia, pero no es así. Ningún autor no-cristiano de la época menciona la resurrección, de la que únicamente tenemos noticias por el Nuevo Testamento.
La resurrección de Jesucristo constituye el fundamento principal de la fe cristiana (01). Consiguientemente esperaríamos que fuese el episodio mejor documentado de cuantos aparecen en la Biblia, pero no es así. Ningún autor no-cristiano de la época menciona la resurrección, de la que únicamente tenemos noticias por el Nuevo Testamento.
Por otra parte, resulta inquietante que la única información que poseemos sobre este episodio capital (toda ella en el Nuevo Testamento), esté llena de discrepancias e inconsistencias. Los relatos de la resurrección nos plantean GRAVES INCÓGNITAS para las que no encontramos respuestas satisfactorias en el rígido marco de la teología tradicional / fundamentalista. En este artículo planteamos una perspectiva interpretativa diferente desde la que sí es posible explicar muchos de los enigmas que nos plantean los relatos de la resurrección, enigmas como los siguientes:
Enigma 2: Nadie vio a Jesús resucitado, excepto Sus propios discípulos.- Siendo la resurrección de Jesús la gran esperanza para la humanidad (Ro 1: 16), ¿por qué se "ocultó" al resucitado de la gente?
La fe de los futuros conversos, ¿por qué debía depender únicamente de testimonios "interesados" (el de los propios discípulos de Jesús), testimonios que nadie más podía corroborar?
Enigma 3: Humillación pública y... ¿victoria secreta?- La crucifixión de Jesús fue pública, e interpretada por todos como la humillante derrota de Sus aspiraciones mesiánicas. ¿Por qué Su resurrección victoriosa o Sus apariciones posteriores no fueron también públicas?
Los habitantes de Palestina no tuvieron ninguna constancia de que Jesús de Nazaret hubiera resucitado, salvo que eso era lo que contaban Sus seguidores.
Enigma 5: Las confusiones que generaron las apariciones de Jesús resucitado.- ¿Por qué los pocos encuentros de Jesús resucitado con Sus discípulos fueron tan poco "claros" y les suscitaron tantas dudas?
* Encuentro en el camino de Emaús.- Lucas nos cuenta que dos discípulos caminaban hacia la aldea de Emaús, cuando Jesús resucitado se les unió y estuvo conversando con ellos durante el camino. Pero ellos no fueron capaces de reconocerle. (Lc 24: 13 – 18). ¿¿¿ ???
* Encuentro en Jerusalén.- Poco después Jesús resucitado se presentó ante los apóstoles, en el aposento de Jerusalén donde estaban reunidos, pero ellos pensaron que se trataba de "un espíritu" (Lc 24: 37).
* Encuentro en Galilea.- Posteriormente Jesús resucitado se reunió con los once apóstoles en Galilea, y cuando le vieron, algunos de ellos "dudaron" (Mt 28: 17).
¿Qué fue lo que vieron los apóstoles exactamente, que les hizo dudar? ¿Por qué dudaban? ¿De qué dudaban?
Todo suena bastante extraño: Jesús resucita de entre los muertos, confirmándose así el éxito del Plan de Salvación de la Humanidad, pero entonces decide que nadie le verá resucitado, excepto Sus propios seguidores. Más preocupante aún, se presenta a ellos de una forma tan confusa que en unas ocasiones ni siquiera llegan a reconocerlo, y en otras "dudan".
Como
veremos, hay una forma de interpretar todos estos datos, de manera que la historia adquiere sentido y podemos acercarnos a lo que realmente ocurrió tras la crucifixión
Enigma 6: Tres de los cuatro evangelistas NO
mencionan la ascensión.- ¿Por qué la ascensión es mencionada únicamente por Lucas, un discípulo de segunda generación que no había conocido personalmente a Jesús? (03) ¿Cómo explicar que Mateo y Juan, que supuestamente presenciaron la solemne despedida de Jesucristo, ni siquiera mencionen ese importante evento, que además constituiría el final natural de sus respectivos evangelios?
Enigma 7: Los apóstoles calificaron de "locura" la noticia de la resurrección que les trajeron las mujeres, como si nunca hubieran visto un milagro.- ¿Cómo explicar que los discípulos se negaran a creer a las mujeres que les comunicaron la noticia de la resurrección? (Mc 16: 14). Durante tres años habían acompañado a Jesús, y estaban familiarizados con los milagros, incluidas las resurrecciones (Mc 6; Lc 7; Jn 11). Además, Jesús mismo les había anunciado en repetidas ocasiones que resucitaría (Mt 16: 21; 17: 23; 20: 19; 27: 63, etc.) ¿Cómo explicar entonces que trataran de “locura” el anuncio de las mujeres (Lc 24: 11)?
Enigma 8: Los dirigentes judíos creyeron la noticia sin titubeos.- En contraste con la incredulidad de los apóstoles, pero tan desconcertante como ella, se nos presenta la credulidad casi infantil con la que los dirigentes judíos recibieron la noticia de la resurrección. Los miembros del sanedrín estaban convencidos de que Jesús no era más que un impostor (Mt 27: 63), por lo que sorprende la ingenua credulidad con la que supuestamente acogieron la noticia de la resurrección: acordaron gastar una fuerte suma de dinero del templo en sobornar a los mensajeros para que no divulgaran la noticia, ¡sin molestarse siquiera en hacer la más elemental comprobación! (Mt 28: 11 – 15). ¿¿¿ ???
Enigma 9: ¿Dónde estuvo Jesús resucitado hasta el momento de la ascensión, que nadie le vio, salvo los discípulos en breves y contadas ocasiones?- Lucas afirma que Jesús resucitado estuvo en la tierra 40 días, antes de ascender al cielo (Hch 1: 3). ¿Por qué durante ese tiempo sólo estuvo con los discípulos en muy breves y contadas ocasiones? (Jn 21: 14) ¿Dónde estuvo el resto de esos cuarenta días, que nadie le vio?
Enigma 10. ¿Cómo explicar que los relatos de la resurrección están tan llenos de discrepancias e inconsistencias? Por ejemplo:
* Según Marcos y Mateo (Mt 28: 7; Mc 16: 7), Jesús resucitado se apareció a las mujeres y les dio un mensaje para los apóstoles: debían viajar a Galilea (a unos 150 km de allí), porque allí sería donde Él se reuniría con ellos. Y así lo hicieron(Mt 28: 16 – 17). Pero Lucas y Juan dejan sin sentido ese encargo de ir a Galilea al afirmar que Jesús se apareció a los apóstoles el mismo día de la resurrección, en la propia Jerusalén donde ya se encontraban (Lc 24: 13 – 49; Jn 20: 19).
* Según Marcos y Mateo (Mt 28: 7; Mc 16: 7), Jesús resucitado se apareció a las mujeres y les dio un mensaje para los apóstoles: debían viajar a Galilea (a unos 150 km de allí), porque allí sería donde Él se reuniría con ellos. Y así lo hicieron(Mt 28: 16 – 17). Pero Lucas y Juan dejan sin sentido ese encargo de ir a Galilea al afirmar que Jesús se apareció a los apóstoles el mismo día de la resurrección, en la propia Jerusalén donde ya se encontraban (Lc 24: 13 – 49; Jn 20: 19).
* Según Marcos y Lucas (Mc 16: 1, Lc 24: 1), el domingo de madrugada las mujeres acudieron al sepulcro llevando especias aromáticas con la intención de ungir el cadáver de Jesús. Pero Juan contradice lo anterior al afirmar que el cuerpo de Jesús ya había recibido ese tratamiento el viernes por la tarde con los más de 30 kg. de mirra, áloes y especias aromáticas traídas por Nicodemo (Jn 19: 39 - 40), escena que las mujeres habían presenciado (Lc 23: 55).
No es necesario alargar este apartado con el listado completo de las inconsistencias que encontramos en los relatos de la resurrección. Lo importante es preguntarnos cómo es posible que el acontecimiento más importante del Plan de la Salvación se transmitiera de una forma tan imperfecta que diera lugar a relatos tan dispares. (04)
Nótese lo que dice al respecto el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y experto en cristianismo primitivo, Antonio Piñero:
«El hecho de la resurrección […] no pertenece al ámbito de la historia, sino de la fe. El historiador no puede ni afirmarlo ni negarlo. Sin embargo, sí puede poner de relieve que los textos del Nuevo Testamento que dan cuenta de este acontecimiento […] están llenos de ambigüedades e inconsistencias. De hecho, por muchas vueltas que se les dé […] es imposible obtener de ellos un relato coherente». (05)
II. Claves que nos ayudan a resolver los anteriores enigmas.
En opinión de estos autores, para encontrar respuestas satisfactorias a los enigmas anteriores es necesario abandonar el rígido marco de la interpretación bíblica tradicional e introducirse en un marco más abierto y realista.
Una cuestión básica, para empezar, se refiere a cuándo se escribieron los evangelios. Frente a la creencia tradicional que atribuía a los evangelios unas fechas de composición bastante tempranas (el llamado “periodo de los testigos oculares”, 30 – 70 d.C.), la mayoría de los mejores expertos bíblicos actuales establecen fechas más tardías (70 – 100 d.C.).
Los evangelistas fueron, en realidad, cristianos anónimos de segunda o tercera generación, que no habían conocido personalmente a Jesús (06). Para llevar a cabo su tarea se sirvieron de escritos fragmentarios ya existentes (Lc 1: 1, 3), así como de tradiciones orales que, para entonces, ya contenían datos espurios, algunos de los cuales dieron por buenos, e incluyeron en sus relatos.
Lo anterior da respuesta a la última de las dificultades planteadas (“enigma” 10).
Las informaciones
espurias son las responsables, en buena parte, de las discrepancias e
inconsistencias que cualquiera puede apreciar en los relatos evangélicos de la
resurrección.
Para hacernos una idea de lo que realmente ocurrió tras la crucifixión, tenemos pues que intentar “desbrozar” la información disponible, eliminando los datos poco fiables. Eso nos permitirá ver con alguna claridad un núcleo de acontecimientos realmente acaecidos tras la crucifixión.
Un ejemplo de tradición espuria, recogida únicamente por Mateo, es la relativa a la supuesta guardia que vigiló el sepulcro, cuyos miembros presenciaron la resurrección y fueron a dar cuenta de ella a las autoridades judías. Esa historia es espuria. En las notas de final de capítulo (2) se exponen algunos de los argumentos que nos permiten rechazar la veracidad de ese episodio. La resurrección se produjo como la cuentan Marcos, Lucas y Juan, es decir, sin testigos.
El carácter espurio de la historia de la guardia del sepulcro resuelve nuestro “enigma 8”, sobre la sorprendente “credulidad” con que los dirigentes judíos acogieron la noticia de la resurrección: en realidad no hubo tal credulidad. Nadie presenció la resurrección y los miembros del Sanedrín nunca tuvieron constancia alguna de que Jesús hubiera resucitado. Los primeros capítulos de Hechos (especialmente el discurso de Gamaliel, Hch 5) dejan bien claro que los dirigentes judíos nunca tuvieron noticia de que Jesús hubiera resucitado.
El carácter espurio de la historia de la guardia del sepulcro resuelve nuestro “enigma 8”, sobre la sorprendente “credulidad” con que los dirigentes judíos acogieron la noticia de la resurrección: en realidad no hubo tal credulidad. Nadie presenció la resurrección y los miembros del Sanedrín nunca tuvieron constancia alguna de que Jesús hubiera resucitado. Los primeros capítulos de Hechos (especialmente el discurso de Gamaliel, Hch 5) dejan bien claro que los dirigentes judíos nunca tuvieron noticia de que Jesús hubiera resucitado.
Por otra parte, la diabólica maldad que los evangelios atribuyen a los miembros del sanedrín, rebasa los límites de lo creíble. De acuerdo con la historia que recoge Mateo sobre la guardia, hemos de suponer que, después de enterarse de la resurrección de Jesús, que le confirmaba como Verdadero Hijo de Dios, los sacerdotes prosiguieron en su lucha contra Él, sin el menor temor a la eterna condenación que ello les iba a acarrear. No resulta creíble
De igual modo, otros pasajes espurios que debemos desechar son los que presentan a Jesús resucitado como un ser físico, que camina con los discípulos (Lc 24: 32), que come con ellos (Lc 24: 43; Jn 21: 21: 13), o les muestra las heridas de la crucifixión (Jn 20: 27) y les anima a tocarle (Lc 24: 39)
Tomás comprueba que Jesús ha resucitado "en carne y hueso": una tradición espuria que Juan dio por auténtica y recogió en su evangelio, pero que en realidad NUNCA SUCEDIÓ.
Como vamos a ver, la “resurrección” fue un evento de naturaleza espiritual, y las posteriores apariciones de Jesús a los discípulos se produjeron en forma de revelaciones, sueños o visiones. No hubo resurrección corporal, ni tampoco "encuentros físicos" con los apóstoles.
Las tradiciones que presentan a Jesús resucitado como un hombre “de carne y hueso”, recogidas ya en los evangelios, constituyen “reelaboraciones” de los primitivos relatos que hablaban de una resurrección espiritual.
¿Qué evidencias tenemos de ello?
¿Qué evidencias tenemos de ello?
Si analizamos la información que nos proporcionan los distintos autores que hablan sobre la resurrección, teniendo en cuenta el orden cronológico en el que escribieron, podremos comprobar la evolución que el relato de la misma estaba experimentando con el paso del tiempo: el hecho espiritual original acabó transformándose en una resurrección corporal.
El orden cronológico de los escritos que hablan sobre la resurrección, es el siguiente:
Pablo (50-60 d.C.)
Marcos (70 d.C.). Ver nota al final (07)
Mateo (80 – 90 d.C.)
Lucas (85 – 90 d.C.)
Juan (90 - 100 d.C.)
Pablo escribió en los años 50’s d.C., bastante antes que los evangelistas. Pues bien, Pablo ciertamente habla de la resurrección de Cristo, pero nunca menciona la tumba vacía ni afirma o insinúa que la resurrección implicara al cuerpo físico.
Muy al contrario, el apóstol explica que el cuerpo que resucita es distinto, y de distinta naturaleza al que murió y fue enterrado. El cuerpo que resucita no es "de carne y hueso", sino "espiritual" (1Cor 15: 44). Pablo no sabe nada de las absurdas historias que décadas más tarde contarían los autores de "Lucas" y "Juan", sobre un Jesús resucitado que necesitaba comer (Lc 24: 41), respirar (Jn 20: 22) o cuidarse las heridas aún abiertas de la crucifixión (Jn 20: 27).
El apóstol no aborda directamente el tema de la naturaleza de Cristo resucitado, pero sí lo hace indirectamente cuando afirma que Su resurrección fue modelo (1ª Cor 15: 20) de la que experimentarán los justos al final de los tiempos, y de esta última, dice:
El apóstol no aborda directamente el tema de la naturaleza de Cristo resucitado, pero sí lo hace indirectamente cuando afirma que Su resurrección fue modelo (1ª Cor 15: 20) de la que experimentarán los justos al final de los tiempos, y de esta última, dice:
“Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, […] lo que siembras NO es el cuerpo que ha de salir, […] Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual.” (1ª Cor 15: 35 – 44)
Así pues, igual que sucederá con los justos, de cuya resurrección la de Jesús es modelo, Cristo tampoco resucitó con un cuerpo material, sino espiritual, un cuerpo DISTINTO al que fue puesto en la tumba, un cuerpo que no necesitaba nada del "viejo cuerpo" que los apóstoles introdujeron en el sepulcro el viernes por la tarde. Resucitó con un cuerpo que no era visible a los “ojos de la carne”, sino a los del espíritu. ¡¡ESA ES POSIBLEMENTE LA RAZÓN POR LA QUE PABLO NUNCA MENCIONA LA TUMBA VACÍA!!
Nótese que, mientras Lucas afirma que Jesús resucitó corporalmente y permaneció en la tierra cuarenta días antes de ascender al cielo (Hch 1: 1 – 11), Pablo, que escribe treinta años antes, no sabe nada de todo esto. Para Pablo, resurrección y ascensión fueron una misma cosa. No hubo estancia terrenal tras la resurrección: Jesús fue simultáneamente resucitado y entronizado en el cielo, desde donde se manifestó a los apóstoles en los días siguientes a la crucifixión, tal y como se le manifestaría a él mismo algunos años después en el camino de Damasco.
En su carta a los creyentes de Corinto (1ª Cor 15: 3 – 8) Pablo equipara las “apariciones” de Jesús a Sus discípulos con la experiencia por la que él mismo pasó en el camino de Damasco. Y desde luego sabemos que esa experiencia no tuvo lugar en el plano físico, sino en el espiritual: los que le acompañaban no vieron lo que él vio, ni oyeron lo que él oyó. La experiencia transformó a Pablo, pero pasó desapercibida para los que le acompañaban (Hch 9: 1 – 8; 22: 6 – 11).
No mucho tiempo antes, Esteban había pasado por una experiencia similar, momentos antes de morir lapidado: “puestos los ojos en el cielo, vio […] a Jesús que estaba a la diestra de Dios” (Hch 7: 55). No se trató de una experiencia física, sino “mística”. Por mucho que los presentes hubieran mirado hacia donde parecía mirar Esteban, nunca habrían visto lo que él estaba viendo por revelación.
Y de igual forma, en los días siguientes a la crucifixión, Jesucristo se manifestó a Sus discípulos por medio de visiones o revelaciones. (1ª Cor 15: 3 – 8). Notemos lo que dos de los discípulos comentaban con relación a las primeras noticias que se habían recibido de la resurrección:
"[...] unas mujeres de entre nosotros [...] fueron al sepulcro; y [...] vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que Él vive." (Lc 24: 22 – 23).
Son muchos los detalles que encontramos en los relatos de la resurrección que dejan traslucir que los encuentros de los discípulos con Jesús resucitado se produjeron en forma de visiones. Por ejemplo, Mateo nos cuenta que Jesús resucitado se apareció a las mujeres y les dio un mensaje para que lo transmitieran a los apóstoles (Mt 28: 10). Los apóstoles estaban en realidad muy cerca de allí. ¿Por qué no las acompañó Él mismo hasta donde estaban ellos? La respuesta es sencilla: por la misma razón que, cuando se apareció a Pablo en el camino de Damasco y le ordenó que entrara en la ciudad (Hch 9: 6), tampoco lo acompañó. En ambos casos no se trató de un encuentro con un Jesús "físico", sino de una visión espiritual.
¿Cómo explicar la rápida transformación de la resurrección espiritual de la que nos habla Pablo (años 50's), en la resurrección corporal de la que hablan Lucas y Juan hacia finales del siglo (85 - 100 d.C.)? Sin duda un factor que favoreció el progreso de tradiciones espurias entre las comunidades cristianas primitivas fue la guerra judeo-romana (66 – 73 d.C). Esa terrible contienda eliminó prácticamente todo vestigio del paso de Jesús por la tierra, al acabar con los pocos testigos directos que aún quedaran de sus actividades. Sin testigos directos de los hechos, el terreno estaba preparado para que aparecieran historias espurias y fueran bienvenidas entre los fieles, porque daban respuesta a ataques muy incómodos que formulaban los enemigos de la nueva fe. Una de esas historias es la que transformó al Jesús resucitado "espiritual" en un hombre "físico", idea que Marcos y Mateo, los evangelistas más tempranos, apenas insinúan, mientras que Lucas y Juan, los más tardíos, ya la presentan abiertamente y con detalles (08).
III. Los enigmas encuentran respuestas.
La naturaleza espiritual de la resurrección de Jesús, y Su manifestación a los discípulos por medio de visiones o revelaciones (no como encuentros físicos), son elementos clave que nos permiten resolver la mayoría de los enigmas que nos plantean los relatos de la resurrección:
· Explican, por ejemplo, que nadie viera la resurrección: sencillamente, no fue un hecho físico que pudiera verse (“enigmas” 1 y 3)
· Explican igualmente que Jesús resucitado tampoco fuera visto por nadie, salvo los discípulos a los que Él quiso revelarse, bien en los días siguientes a la crucifixión, bien algún tiempo después como en el caso de Esteban (Hch 7: 55) o de Saulo de Tarso (Hch 9: 3 – 5). (“enigmas” 2 y 3)
· La hipótesis de las visiones nos permite entender también los pasajes como Mt 28: 17, que nos hablan de discípulos que “dudaban” ante el propio Cristo resucitado (“enigma” 5).
Que hubo dudas entre los apóstoles después de que algunos hubieran visto a Jesús resucitado, es un dato avalado por los cuatro evangelistas, lo que parece indicar que tal situación se dio realmente y se conservó en el recuerdo de los fieles a través de las décadas hasta que los evangelistas lo plasmaron por escrito. Sin embargo, ese dato chirría porque los evangelistas lo sitúan ya en el nuevo marco de un Jesús resucitado "físico".
Las dudas realmente existieron, pero no tenían nada que ver con aceptar o no aceptar a un Jesús físico que estuvieran viendo con sus propios ojos, lo cual no tiene sentido, sino más bien con si aceptar o no aceptar "el testimonio" de algunos que aseguraban haberlo visto por medio de revelaciones o visiones. En el marco de las visiones, las dudas se entienden, en el de un Jesús de carne y hueso, no.
Y algo parecido puede aplicarse a los pasajes que presentan a discípulos hablando con Jesús resucitado "físico" sin ser capaces de reconocerlo (Lc 24: 13 – 32). No resultan creíbles. Si Jesús hubiera resucitado con Su mismo cuerpo, Su misma estatura, Su mismo rostro, Su mismo timbre de voz, Sus mismos gestos característicos, etc, ¿por qué no iban a reconocerle?
Sin embargo esos pasajes se entienden bien como reelaboraciones de los relatos primitivos que originalmente hablaban de visiones. Algunos discípulos recibieron revelaciones de seres celestiales y, tal vez al comparar el mensaje recibido con el de otros que afirmaban haber recibido una revelación del propio Jesús, llegaran al convencimiento de que a ellos también se les había revelado el propio Maestro, al que no habían sabido reconocer. Ese tipo de episodios se transmitieron, pero con el paso del tiempo se adaptaron al nuevo escenario de un Jesús resucitado “en carne”, dando lugar a relatos como el del camino a Emaús (Lc 24: 13 – 32), en el que Jesús conversa largo rato con dos de Sus discípulos sin que estos lleguen a reconocerle.
Pero al transformar las visiones originales en encuentros con un Jesús "físico", algunos elementos encajan mal, no resultan creíbles, y el evangelista parece ser consciente de ello: no hay razón para que los discípulos no reconocieran a Jesús, si se trataba del mismo Jesús "de carne y hueso" al que conocían perfectamente. Por ello el autor de "Lucas" intenta explicarlo recurriendo a una causa sobrenatural, que resulta poco convincente: “[…] mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen” (Lc 24: 16)
En realidad, la tardanza de los discípulos en proclamar la resurrección se corresponde con el periodo de dudas y disputas que provocaron entre ellos las visiones que algunos afirmaban haber tenido (Lc 24: 11; Mc 16: 14; Jn 20: 25). Debió tomarles tiempo llegar a una opinión compartida. Pero cuando finalmente el grupo de seguidores de Jesús, o una parte de ellos, se convencieron de que realmente Jesús había sido exaltado a los cielos, y desde allí se estaba revelando a algunos y los iba a guiar en la predicación, comenzó la proclamación del evangelio. Por cierto, a lo largo de la historia ese tipo de situación de dudas y disputas entre fieles en torno a visiones recibidas por algunos se ha reproducido en diversas ocasiones de manera muy similar. (09).
· Los escasos encuentros de Jesús resucitado con Sus discípulos ("enigma" 9), constituyen una evidencia más a favor de la naturaleza mística de las apariciones de Jesús resucitado. Si Jesús hubiese resucitado físicamente, ¿por qué no iba a permanecer con Sus discípulos todo el tiempo, hasta el momento de la ascensión?
En su obra El Discurso Verdadero Contra los Cristianos, el filósofo neoplatónico Celso (s. II d.C.) acusaba a los cristianos de basar su fe en la resurrección de Jesús en lo que habían manifestado algunos que le habían visto en sueños o en visiones (10). Es evidente que Celso no inventó ese argumento, sino que se limitó a citar lo que los detractores del cristianismo ya venían diciendo desde los tiempos de los apóstoles.
Probablemente fuera la presión de los que pedían pruebas “tangibles” de la resurrección, la que favoreció que la Iglesia primitiva transformara paulatinamente la exaltación espiritual de Jesús tras Su crucifixión, de la que habla Pablo (Ef 1: 20; Fil 2: 9; etc.), en una resurrección corporal, como ya la recogen los evangelios, especialmente los más tardíos.
· La hipótesis de las visiones nos permite entender también el misterioso e inexplicable silencio que tres de los cuatro evangelistas guardan con relación a la ascensión (“enigma” 6): puesto que no hubo resurrección corporal, tampoco hubo estancia física tras la crucifixión, ni ascensión "visible" al cielo.
“Cristo padeció […] siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, […] quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades.” (1ª Ped 3: 18 – 22)
Sin embargo, una vez que el Jesús resucitado "espiritual" fue transformado en un Jesús "físico" es lógico que los fieles se preguntaran qué había pasado con ese cuerpo, y así surgirían distintas explicaciones, como la de la ascensión, que sólo Lucas consideró auténtica y reflejó en sus escritos.
· La naturaleza espiritual de la resurrección de Jesús, y Su manifestación posterior a los apóstoles a través de visiones, nos ayuda a comprender también los pasajes que hablan de la incredulidad con la que éstos recibieron la noticia de la resurrección (“enigma” 7). La actitud incrédula de los apóstoles está afirmada en los cuatro evangelios, lo que apoya la idea de que así sucedió realmente. Pero los evangelistas mencionan esa incredulidad en el marco de una resurrección física, en el que el relato vuelve a chirriar. ¿Qué ocurrió realmente?
Los cuatro evangelios coinciden en que fueron las mujeres, María Magdalena y otras seguidoras de Jesús, las que propagaron inicialmente la noticia de que Jesús había resucitado, asegurando haber visto al Maestro (Mt 28: 9, 10; Jn 20: 18) o a ángeles que se lo habían anunciado (Mc 16: 5; Lc 24: 4).
Los apóstoles respetaban a las seguidoras de Jesús y no tenían por qué dudar de su palabra. De hecho, no habrían rechazado la noticia si ellas les hubieran contado que habían visto a Jesús físicamente. Pero ellas les hablaron de visiones, lo que despertó en ellos las lógicas suspicacias.
No olvidemos que Jesús había expulsado de María Magdalena siete demonios (Mc 16: 9), y también había librado de espíritus malos a las otras mujeres (Lc 8: 1 – 3). En tiempos bíblicos, las posesiones se manifestaban de maneras muy diversas: ataques epilépticos (Lc 9: 39), desórdenes psíquicos (Mt 8: 28), e incluso problemas más “somáticos” como la ceguera (Mt 12: 22), la sordomudez (Mc 9: 25), etc. En el caso de María Magdalena y las demás mujeres, es muy probable que la manifestación visible de la posesión de la que Jesús las libró fueran ciertos trastornos mentales. Es comprensible por tanto que, conociendo su historia pasada y oyéndolas ahora hablar de visiones, los apóstoles no las creyeran. Probablemente pensaron que la terrible experiencia por la que habían pasado al contemplar la crucifixión del Maestro, había hecho que su antiguo mal estuviera volviendo a reproducirse.
Pero después ellos mismos, o algunos de ellos, debieron pasar por experiencias similares, o bien fueron testigos de las mismas, o participaron de ellas. Finalmente comprendieron que no debían sentirse derrotados, que Su Maestro no estaba muerto, sino que vivía, liberado ya de las limitaciones que impone un cuerpo físico, a la diestra del Padre, desde donde podía asegurarles: «He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28: 18 – 20).
Los ecos de ese mensaje, que algunos discípulos recibieron por medio de visiones, sueños o revelaciones, perduraron, y más de medio siglo más tarde Mateo lo recogió en su evangelio, aunque insinuando que lo pronunció un Jesús físico. Pero es evidente que sólo desde la dimensión espiritual podría asegurar Jesús una permanente asistencia a todos sus discípulos.
Sabiendo que cuando muriera iba a ser exaltado a la diestra de Dios, Jesús dijo al ladrón arrepentido: "De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23: 43). Desde esa dimensión espiritual se manifestaría a Sus discípulos y les guiaría en la proclamación de Su mensaje.
Si Jesús hubiera resucitado físicamente, tanto Su tumba como el lugar desde donde ascendió al cielo se habrían convertido en sitios de peregrinación para los primeros cristianos. Sin embargo no sucedió así. Fue siglos más tarde, cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio, cuando se asignaron lugares a dichos acontecimientos ficticios.
Dice el profesor Piñero: “Pablo hace hincapié en que el Jesús Resucitado sólo es visible […] a los que tienen fe en él.” (11) o, como en el caso del propio apóstol, -añadimos nosotros- a los que, sin tenerla previamente, iban a responder positivamente a una revelación tal.
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(01) “[…] si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.” (1ª Cor 15: 14)
(02) Para Marcos, Lucas y Juan, la resurrección se produjo sin testigos. Mateo es el único que recoge en su relato la historia de la guardia que vigiló el sepulcro, presenció la resurrección e informó de ella a los sacerdotes. Pero se trata de una tradición apócrifa. Ninguno de los autores del Nuevo Testamento parece conocer este dato tan importante de que hubiera testigos de la resurrección. Además, algunos textos dejan claramente establecido que los dirigentes judíos nunca tuvieron constancia de que Jesús hubiera resucitado (ej. Los hechos narrados en Hch 5: 38 y Hch 23: 8, son incompatibles con la idea de que los miembros del sanedrín hubieran conocido la resurrección de Jesús). Por otra parte, la existencia de testigos presenciales de la resurrección es un dato demasiado importante como para que tres de los cuatro evangelistas se “olviden” de mencionarlo.
(03) En la introducción de su evangelio, Lucas afirma haberlo redactado, no en base a sus recuerdos, sino a un trabajo previo de recopilación y organización de datos.
(04) «Si en el relato de la pasión los tres sinópticos siguen carriles paralelos, en los relatos de la resurrección presentan divergencias impresionantes» (Luis Alonso Schökel, Biblia del Peregrino, Ediciones Mensajero, Bilbao 1996, tomo III, p. 148. Comentario a Marcos 16: 9 – 20, énfasis añadido).
(05) Antonio Piñero, Guía para entender el Nuevo Testamento, Ed. Trotta, Madrid 2008, p. 222. (Antonio Piñero es catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense de Madrid y especialista en lengua y literatura del cristianismo primitivo).
(06) Los discípulos de Jesús eran, todos ellos, judíos de Palestina y hablaban arameo. Los evangelios están escritos, todos ellos, en griego. Existe un notable consenso entre los especialistas actuales en que el primer evangelio que se compuso fue el de Marcos. Este evangelista comete errores de geografía que hacen evidente que no conocía bien Palestina, y por tanto, que no había sido discípulo directo de Jesús. Mateo redacta su evangelio tomando el de Marcos como referencia, del que copia diversos párrafos “palabra por palabra”. Es evidente que si el autor de Mateo hubiera sido discípulo de Jesús no copiaría de alguien que no había vivido lo que narra. Lucas, por su parte, abre su evangelio afirmando que para escribirlo ha realizado una tarea de investigación, de recopilación de datos y de organización de los mismos, dejando claro por tanto que tampoco había sido testigo directo de los hechos que narra. El último evangelio, Juan, fue compuesto a finales del siglo I d.C., lo que hace muy improbable que su autor hubiera acompañado a Jesús, entre 60 y 70 años antes. Aunque la tradición acabó atribuyendo el cuarto evangelio al “apóstol San Juan”, el griego refinado en el que está escrito no podría atribuirse al humilde pescador galileo que probablemente no sabría escribir, y menos en griego. El autor del cuarto evangelio es claramente anti-judío, y habla despectivamente de “los judíos” en contraposición a los verdaderos creyentes (¡supuestamente judíos también!), lo que no parece lógico en boca de un judío (Jn 1: 19; 3: 25; 5: 16; etc.). Véase además, Antonio Piñero, Guía para entender el Nuevo Testamento, Ed. Trotta, Madrid 2008 pp. 329, 354, 378 y 399.
(07) El fragmento final del evangelio de Marcos (Mc 16: 9 – 20) es un añadido, como puede constatar el lector en cualquier Biblia que incluya comentarios de crítica textual.
(08) Marcos es el evangelio más antiguo, pero su versión original finalizaba en Mc 16: 8. Esto debe tenerse en cuenta porque el fragmento final (vers 9 – 20) fue añadido posteriormente por un autor que ya conocía los demás evangelios, en los cuales se basa para redactarlo.
(09) El 22 de octubre de 1844, alrededor de cincuenta mil creyentes en diferentes estados de los Estados Unidos pasaron el día orando por grupos en casas, en granjas, etc., esperando la aparición en el cielo, en cualquier momento, de Jesucristo en Su Segunda Venida. Desde 1831 el predicador William Miller lo venía anunciando, como resultado de sus estudios de las profecías bíblicas, y a él se habían ido uniendo otros predicadores que le ayudaron a divulgar ese mensaje. Pero pasó ese día y Jesús no apareció. Los que vivieron aquel episodio cuentan la terrible amargura por la que pasaron. Algunos hasta habían vendido sus propiedades para obtener dinero con el que ayudar a la predicación del “mensaje final” para el mundo. Todos, en definitiva, experimentaron la vergüenza de sentirse señalados como seguidores de un “falso profeta”.
Como resultado de la decepción, la mayoría de los seguidores de Miller abandonaron el movimiento. Pero al día siguiente, Hiram Edson, uno de los se había unido a Miller en su predicación, recibió una visión celestial que le ayudó a comprender los errores de interpretación que habían cometido. Cuando la contó a sus correligionarios, algunos vieron en esa revelación la explicación que necesitaban para seguir adelante. Como en el caso de
(10) Ver Samuel Fernández, Profesor de la Facultad de Teología Pontificia Universidad Católica de Chile, El Discurso verídico de Celso contra los cristianos. Críticas de un pagano del siglo II a la credibilidad del cristianismo. Revista Teol. vida v.45 n.2-3 Santiago 2004. Accesible en internet:
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0049-34492004000200005&script=sci_arttext.
También en http://filosofos1.blogspot.com.es/
También en http://filosofos1.blogspot.com.es/
(11) Antonio Piñero, op. cit. p. 222, énfasis añadido.
Las historias cristianas no pasaron por el sufciente tiempo para convertirse en mitos, y no son obra de personas sofisticadas capaces de sincretismos astrológicos o filosóficos. Hasta hoy hay evangélicos que afirman hablar con jesús y que se les aparece. Es muy creíble la idea de que estas personas hayan visto algo que les convenció. Pero el artículo comete algunos errores de ingenuo adoctrinamiento, no plantean que la resurrección no ocurriese, y que solo se tratáse de alucinaciones. Y además hay que considerar que en ocasiones la gente confunde a personas vivas. Recuerdo haber leído en un folleto (irónicamente religioso) como unos misioneros de África fueron confundidos en una aldea, por los parientes de un difunto con su ser querdio levantado de entre los muertos, y por más que esos pobres hombres se trataban de defender con explicaciones y negaciones enfáticas la gente siguió diciendo que eran tal persona. Y así se arman las ideas. Un evangelios dice que al morir jesús hubo un terremoto, y que se abrieron las tumbas (fenómeno que si ocurre con los terremotos, como pude ver en el cemneterio de mi ciudad el 2010) y que hombres de fama y tenidos por santos fueron "vistos". O sea, que las apariciones de jesús son parte de un conjunto de otras apariciones que se popularizaron en ese tiempo. En ese sentido es que Pablo dice que en una ocación 500 personas "vieron" a jesús. De seguro vieron de lejos a alguien que se le parecía. Y así, las apariciones "físicas" serían solo confusiones con gente real. Un verdadero hortelano, un extraño en la playa de Genezareth, un extraño camino de Emaús, etc. O sea, hasta la tumba abierta y las apariciones físicas pudieron haber sucedido. Esta es mi versión. Unos días después de la muetre de jesús hubo un terremoto (debió ser suficiente como para abrir las piedras de los sepulcros, y suficientemente pequeño como para no quedar registrado por Josefo). De seguro se trataría de limpiar la escandaloza exposición d elos cadáveres y los cuerpos sin identificar serían arrojados a la Gehenna. Las mujeres, asustadas, irían a verificar el estado de la tumba del que amaban, y esta estaría abierta y el cadáver ya habría sido arrojado al vertedero y/o a la foza común. Desde entonces muchas personas decían tener visiones de personas muertas, al reconocer en extraños a sus seres amados cuyos cadáveres no aparecían. Los primeros cristianos solo tenían sueños, y los que tenían predisposición a alucinaciones daban descripciones de estas. Otros confndieron a completos extraños con su maestro. Y los que no creían retornaron al judaísmo. Solo los que creyeron siguieron con sus ideas y armaron una religión.... (En historia no hay verdades absolutas, o al menos son muy raras, solo especulaciones más o menos aceptables. Por ejemplo, no hay base para la disparatada tesis de un sincretismo o mito solar, sino que es solo una hipótesis de "historiadores autodidactas". Se está frente a una teoría d econspiracipon, a menos que la mayoría de los especialistas lo avalen en un determinado momento).
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